El COVID-19 vino a agudizar y acelerar una crisis económica y social a nivel mundial sin precedentes, con mayor afectación a los países “en desarrollo”. Hoy por hoy, los efectos del coronavirus representan una amenaza a las condiciones de vida de gran parte de la población, por lo que una vez más la naturaleza nos obliga a reconocer que somos seres sociales interdependientes. Éste punto de inflexión en la historia de la humanidad es, por tanto, una oportunidad para direccionar nuestro camino hacia una sociedad y una economía distinta que priorice la vida antes que la ganancia, caracterizada por diferentes prácticas e iniciativas alternativas de solidaridad y de reciprocidad.
La Economía social y solidaria en su carácter de innovación frente a la crisis, propone un nuevo escenario y la posibilidad de desarrollar un marco estratégico de reactivación de relaciones de producción, intercambio y consumo basadas en la solidaridad y la cooperación, orientada a las personas y a la distribución igualitaria. Para ello, debe combinar los recursos y capacidades de las mayorías sociales y de las organizaciones de la sociedad civil bajo principios éticos.